12. DENTRO DE LA TRAMPILLA

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   Gwendolyn no podía negar que sí estuvo un poco nerviosa en los exámenes. De repente agradeció que Hermione y Otis se hayan tomado la molestia de “obligarla” a estudiar más. Aunque no fue la única que estaba nerviosa, por muy bien que lo ocultara Harry también lo estaba, a Ron se le notaba más, pero él también intentaba no pensar mucho en los exámenes, cosa difícil con Mione repasando a cada rato.

Después de los exámenes, Gwen todavía tenía una rara sensación en el cuerpo. Sabían que no eran nervios, y que tampoco tenía que ver con los exámenes. Estaban sentados debajo de un árbol cerca del lago y la castaña estaba tratando de explicar cómo se sentía.

—Solo estás nerviosa por los resultados de los exámenes —le dijo Ron, estirándose en la hierba. Estaba haciendo bastante calor. —Tranquila, aún falta una semana para que sepamos lo mal que nos fue, no hace falta preocuparse ahora.

“Que no se trata de los exámenes. Es algo más, como si me olvidará de algo.”

—Esos son los exámenes —habló Hermione, jugando con una flor que había en la hierba. —Yo me desperté anoche y estuve a punto de mirar mis apuntes de Transformación, cuando me acordé de que ya habíamos hecho ese examen.

Gwen rodó los ojos, parecía que ninguno de los dos había entendido cuando mencionó que no se trataba de los exámenes.

—Tal vez olvidaste enviarles una carta a tus padres —mencionó Harry con delicadeza, notando la frustración de la chica. —A mí me ha pasado más de una vez.

La niña arrugó la nariz al pensar en mandarle una carta a su abuelo. Pero miró al cielo al pensar en una lechuza. Vio una lechuza que volaba hacia el colegio, por el brillante cielo azul, con una nota en el pico. Hagrid era el único que le había enviado cartas. Hagrid nunca traicionaría a Dumbledore. Hagrid nunca le diría a nadie cómo pasar ante Fluffy… Nunca… Pero…

Se puso de pie de un salto.

Pero pudo haberlo hecho sin darse cuenta.

—¿Gwendolyn? —preguntó el pelirrojo. Sentándose en el césped y mirándola con un poco de preocupación.

Salmander lo miró, pensando en explicárselo, pero sería muy largo hacerlo. Movió sus ojos hasta dar con la cabaña del gigante y emprendió camino hacia allá.

—¡¿Gwen?! —reconoció la voz preocupada de Hermione.

No se preocupó por detenerse, pudo escuchar como ellos la estaban siguiendo. Estaba agitada por el trote cuando llegó a la casa de Hagrid y tocó la puerta. Ésta se abrió justo en el momento en que los demás la habían alcanzado.

—Hola —dijo sonriente. —¿Terminaron los exámenes? ¿Tienen tiempo para beber algo?

—Umm —dijo Harry dudoso.

Tengo una pregunta, ¿quién era el que te dio el huevo de dragón?”

—No lo sé —respondió sin darle importancia. —No se quitó la capa.

—¿En serio? —preguntó Granger con sorpresa.

—No es tan inusual, hay mucha gente rara en el Cabeza de Puerco, el bar de la aldea. Podría ser un traficante de dragones, ¿no? No llegué a verle la cara porque no se quitó la capucha.

—¿Mencionaste Hogwarts? —preguntó Harry, dándose una idea de las sospechas de Gwen.

—Puede ser —dijo Hagrid, con rostro ceñudo, tratando de recordar—. Sí… Me preguntó qué hacía y le dije que era guardabosques aquí… Me preguntó de qué tipo de animales me ocupaba… se lo expliqué… y le conté que siempre había querido tener un dragón… y luego… no puedo recordarlo bien, porque me invitó a muchas copas. Déjame ver… ah sí, me dijo que tenía el huevo de dragón y que podía jugarlo a las cartas si yo quería… pero que tenía que estar seguro de que iba a poder con él, no quería dejarlo en cualquier lado… Así que le dije que, después de Fluffy, un dragón era algo fácil.

—¿Y él… pareció interesado en Fluffy? —Ron tardó, pero se dio cuenta porque estaban ahí.

—Umm… —murmuró el gigante, de repente muy dudoso.

Gwen se dio cuenta el por qué.

“¿No era ‘él'? ¿Era ella?”

—No estoy seguro —admitió. —Nunca le vi la cara. Pero era alto y bastante delgado. Hablaba de una manera un poco rara.

—¿Cómo lenta? —le dijo Harry y Gwendolyn supo que sus sospechas iban a Snape.

Las de la morena iban a la señora Hawthorn, y su raro acento francés.

—No lo sé, ¿un poco?

—¿Qué le dijiste de Fluffy? —quiso saber Hermione con un poco de impaciencia.

—Le dije que Fluffy era buenísimo si uno sabía calmarlo: tocando música se dormía en seguida… —De pronto Hagrid pareció horrorizado. —¡No debí decir eso! —estalló. —¡Olviden que lo dije! Eh… ¿a dónde van?

Gwen frunció el ceño y se giró, viendo a sus tres amigos irse casi corriendo. Volvió a mirar a Hagrid y con una sonrisa de disculpas, se fue tras ellos.

—Tenemos que ir a ver a Dumbledore —dijo Harry. —Hagrid le dijo al desconocido cómo pasar ante Fluffy, y sólo podía ser Snape, debajo de la capa… No fue difícil, después de emborrachar a Hagrid. Sólo espero que Dumbledore nos crea. Firenze nos respaldará, si Bane no lo detiene. ¿Dónde está el despacho de Dumbledore?

“No es Snape” se detuvo frente al pelinegro, deteniéndolo.

—¿Eh? —la miró confundida. Había movido los labios demasiado rápido como para entenderla y todavía sus habilidades para el lenguaje de señas no eran muy buenas.

—¿Qué están haciendo los cuatro aquí dentro?

Vieron que era la profesora McGonagall, que llevaba muchos libros.

—Queremos ver al Profesor Dumbledore —le dijo Hermione con sorprendente seguridad y valentía.

Gwen la miró con orgullo.

—¿Ver al profesor Dumbledore? —repitió la profesora, como si pensara que era algo inverosímil. —¿Por qué?

Mione, Harry y Ron miraron a Gwendolyn. Ella tragó saliva, en busca de esa seguridad y valentía que su amiga había tenido hace solo segundos.

“Es algo secreto.”

No era una de sus mejores ideas, fue más que claro cuando Minerva pareció enfadarse.

—El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos —dijo con frialdad. —Recibió una lechuza urgente del ministro de Magia y salió volando para Londres de inmediato.

—¿Se fue? —preguntó Harry con sorpresa. —¿Ahora?

—El profesor Dumbledore es un gran mago, Potter, y tiene muchos compromisos…

—Pero esto es importante —se metió Ron con desesperación.

—¿Qué es más importante que el ministro de Magia?

Los cuatro se quedaron en silencio, sin saber que responder. Salmander suspiró resignada y dio un paso más cerca a la profesora McGonagall.

“Es sobre la Piedra Filosofal.”

La profesora de transformación quedó impactada, incluso los libros que estaba sosteniendo se le deslizaron y cayeron al suelo. No se molestó en recogerlos.

—¿Cómo es que sabes…? —farfulló.

—Alguien va a robarla —la interrumpió Granger. —Necesitamos hablar con el profesor Dumbledore.

Minerva miró determinadamente a cada uno de los niños

—El profesor Dumbledore regresará mañana —dijo finalmente—. No sé cómo descubrieron lo de la Piedra, pero quédense tranquilos. Nadie puede robarla, está demasiado bien protegida.

—Pero profesora…

—Harry sé de lo que estoy hablando —dijo en tono cortante. Se inclinó y recogió sus libros. —Les sugiero que salgan y disfruten del sol.

Una vez se fue, Gwen se giró a sus amigos.

“Tenemos que ir esta noche.”

—Yo no creo…

—¿Cómo lo haremos? —interrumpió Ron a Harry, ganándose una mala mirada del pelinegro.

La morena hizo una mueca pensativa.

Para la hora de la cena sabían que necesitaban la capa invisible de Harry y la flauta que Hagrid le regaló, después de todo necesitaban música. Hermione estaba segura de que podía encontrar algunos hechizos que ayudarían a la causa, por eso mientras estaban en un rincón de la Sala Común esperando que se vaciara, buscaba como desquiciada en sus libros.

—Es mejor que nos pongamos la capa aquí y nos aseguremos de que nos cubra a los cuatro… si Filch descubre a uno de nuestros pies andando solo por ahí…

—¿Qué van a hacer? —dijo una voz desde un rincón. Neville apareció detrás de un sillón, aferrado al sapo Trevor, que parecía haber intentado otro viaje a la libertad.

—Nada, Neville, nada —dijo Harry, escondiendo la capa detrás de la espalda.

Neville observó sus caras de culpabilidad.

Gwendolyn se resignó fácilmente. Neville no era tonto.

—Van a salir de nuevo —adivinó muy acertadamente.

—No, no, no —aseguró Hermione—. No, no haremos nada. ¿Por qué no te vas a la cama, Neville?

La rizada negó con la cabeza mientras escribía en su libreta.

“Alguien va a robar un objeto sumamente importante que está en el pasillo prohibido y necesitamos de tu ayuda.”

Neville frunció un poco el ceño después de leer.

—Suena peligroso… —susurró con algo de miedo y sus ojos fueron a Gwen. —¿Qué necesitas que haga?

“Asegúrate que el profesor Dumbledore se entere de que alguien va a robar la Piedra Filosofal y nosotros vamos a detenerlo.”

—¿Piedra Filosofal? —repitió confundido.

—Neville, nos quedamos sin tiempo —le dijo Harry con impaciencia.

—¡Voy con ustedes! —exclamó poniéndose de pie, todavía sosteniendo a Trevor.

Gwen puso sus manos en los hombros de su amigo y lo obligó a volver a sentarse.

“Necesitamos que alguien avise a un adulto en caso de que no volvamos y ese alguien eres tú, Neville. Serás de más ayuda aquí que con nosotros. Además, no entramos todos en la capa invisible.”

—¿Capa invisible? —repitió, pero esta vez con sorpresa. Gwen lo miró con una ceja alzada. —No es el momento… —murmuró. —Tengan mucho cuidado.

—Tú también, Neville —le dijo Hermione antes de seguir a Harry y Ron que habían salido de la Sala Común.

Salmander fue la última en salir, mirando por última vez al castaño y dándole un asentimiento de confianza.

Con un poco de dificultad, y quejas, se ocultaron con la capa.

Entre múltiples pisadas, casi tropiezos, y con miedo de encontrarse con Filch, su querida gata y Peeves, llegaron al pasillo prohibido. La puerta estaba entreabierta, despertando preocupación en los cuatro niños. Se quitaron la capa de invisibilidad.

—¡Snape se nos adelantó! —gritó en susurro Harry.

Gwen lo miró con el ceño fruncido.

“No es Snape.”

—¿Sigues con la idea de que es la consejera? —le preguntó Ron desde atrás.

La niña se giró hacia él y asintió efusivamente a la vez que Weasley mientras Hermione empujaba la puerta, que emitió y agudo chirrido.

Los cuatro miraron el interior de la habitación, encontrándose con la gigantesca bestia peluda. Sus tres hocicos olfatearon en dirección a ellos, aunque no podía verlos.

—¿Qué tiene en los pies? —susurro Hermione, en su voz se podía detectar levemente el miedo.

—Parece un arpa —le respondió el pelirrojo.

—Debe despertar en el momento en que se deja de tocar...

Sin pensarlo demasiado, Potter comenzó a tocar la flauta de Hagrid. Honestamente, era una melodía horrible, pero el chico no podía hacer milagros con esa flauta. Se notó desde la primera nota que Fluffy comenzó a cerrar los ojos, como si de la nada le llegara un gran cansancio. Poco a poco, los gruñidos se fueron apagando, se balanceó, cayó de rodillas y luego se derrumbó en el suelo, profundamente dormido.

—Sigue tocando —le dijo Ron a Harry, había un poco de entusiasmo en su voz por la aventura, como buen Gryffindor. Gwendolyn no pudo evitar preocuparse mientras miraba su amigo ir con cuidado entre las patas del perro. Se puso de puntillas para ver como tiró de la argolla de la trampilla y esta se abrió.

—¿Qué puedes ver? —preguntó Hermione con ansiedad.

—Nada, solo oscuridad... No hay forma de bajar, hay que dejarse caer.

—No vamos a bajar ahí, ¿verdad? —preguntó la niña, perdiendo un poco su valentía.

—¿Acaso tenemos otra opción? —le contesto Ron, volviendo a acercarse al grupo, dejando la trampilla abierta.

Harry intentó comunicarse en señas sin dejar de tocar la flauta, haciendo que tanto Hermione como Ron lo miraran con atención, tratando de adivinar lo que trataba de decir en señas. Gwen puso los ojos en blanco y se acercó a la trampilla, definitivamente no se veía nada más que oscuridad. Tragó saliva, tratando de recobrar su valentía. Se sentó con los pies colgando dentro de la trampilla, preparándose para dejarse caer.

—¡Gwen!

Para cuando el pelinegro gritó su nombre, Salmander ya se había dejado caer, seguido de ese gritó llegaron otros dos llamando su nombre. Hacia un poco de frio, y el aire era húmedo, y parecía que la caída nunca iba a terminar.

Tal vez había sido una mala idea...

Cuando Gwendolyn pensó en eso, repentinamente llego el final de la caída. Se sorprendió un poco de caer en algo mullido, suave y con un olor extraño. Se paró con dificultad, la superficie era muy suave y costaba un poco mantenerse derecho. Sus ojos se entrecerraron, tratando de visualizar algo en la densa oscuridad. Parece que cayó en una ¿planta?

Dio un pequeño grito cuando alguien cayó por el mismo agujero que ella, haciendo que pierda estabilidad y se caiga. Harry la miró con ojos desorbitados.

—¡¿Estás bien?! —preguntó a gritos, nunca lo había visto tan alarmado como en ese momento. No tuvo oportunidad de responder, el de ojos verdes se lanzó sobre ella, apretujándola en un fuerte abrazo. —¡No vuelvas a hacer eso! ¡Nunca!

Nuevamente Salmander no pudo hacer nada porque otra persona cayó, generando una sacudida en la planta.

—¡Gwendolyn! —sin molestarse en separar a Harry, que todavía estaba pegado a la niña, Ron se unió al fuerte abrazo.

Se separaron cuando escucharon un gritó, miraron como por el agujero como Mione caía.

—¿Están todos bien? —preguntó con tono de angustia.

Gwen hizo un sonido de sorpresa al sentir la planta comenzar a extenderse como una serpiente y envolverla.

Lazo del Diablo, solo en ese momento se puso a pensar verdaderamente en la planta.

—Oh, no —murmuró Harry, también con la planta envolviéndolo. —Esto es malo.

—¿¡Tú crees!? —le gritó Ron histérico, moviéndose como un gusano, tratando de escapar del agarre de la planta.

—¡No se muevan! —le ordenó Granger. —¡Es Lazo del Diablo!

Gwen, con un poco de dificultad, asintió con la cabeza para confirmarlo.

—Oh, me alegra mucho saber cómo se llama, es de gran ayuda —le respondió Weasley con sarcasmo.

—¡Calla, estoy tratando de recordar como matarla!

Con fuego, con luz, obviamente. Confiaba en que su amiga sabía eso.

—Si recuerdas más rápido estaría bien, Hermione —la presionó el pelinegro con sutileza.

—Lazo del Diablo, Lazo del Diable... ¿qué dijo la profesora Sprout?

—¡¿Como recordarlo en este momento?! —nuevamente el pelirrojo dijo con sarcasmo para disfrazar su pánico.

—Ay, ay, ay... No recuerdo...

Gwendolyn la miró con una ceja alzada. ¿En serio no lo recordaba?

—Hermione... —la llamó Harry, otra vez presionándola con sutileza.

—¡No lo recuerdo! —exclamó con la voz ahogada, la planta le estaba llegando al cuello.

La morena sabía que era estúpido, pero intento que la planta soltara sus manos para hacerles señas a sus amigos y así saber lo que mata a Lazo del Diablo. Por supuesto que no funciono, así que no tuvo otra opción que decirles verbalmente, era eso o morir gracias a una planta. Salmander no le tenía miedo a la muerte, pero al menos esperaba una muerte un poco más épica si se le daba a elegir.

—El fuego —murmuró con suavidad.

Los otros tres chicos se quedaron repentinamente quietas, era como si de la nada todo el pánico hubiera desaparecido, y la miraron con los ojos muy abiertos. En otra ocasión Gwen se hubiera reído porque parecía que los ojos de sus amigos se les iban a caer del rostro.

—¿Estoy alucinando o Gwendolyn habló? —preguntó Ron.

—¿Qué fue lo que dijiste? —le dijo Hermione, saliendo más rápido que los chicos de su sorpresa.

—Fuego es lo que mata a Lazo del Diablo, la luz lo mata porque le gusta los lugares fríos y húmedos.

—¿Acaso ya morimos? —preguntó Harry repentinamente.

—¡Por supuesto! —expresó Hermione, recordando la explicación de su profesora de Herbología. —¡Lumus maxima!

La luz blanca los cegó. Afortunadamente la plata los soltó, encogiéndose con rapidez para estar lejos de la luz que Granger genero con su varita, la cual tenía en su mano y nunca soltó. Gwen hizo un fuerte quejido cuando cayó en el suelo duro, otro quejido se le escapó ya que Ron cayó sobre ella.

—Lo siente, Gwendolyn —murmuró, ligeramente rojo, pero en la oscuridad no era muy notable, y se puso de pie, extendiéndole una mano. —¿Tú..? ¿Cómo...?

—Ronald —lo llamó la castaña, acariciándose la muñeca, al parecer le dolía un poco. —Creo que este no es el momento para hablar de esto.

Harry suspiró ruidosamente.

—Estoy de acuerdo con Hermione —dijo mirando al pelirrojo y luego a la niña. —Pero sí hablaremos de esto.

—Si es que no morimos esta noche...

—Ron —lo regañó Salmander, dándole un golpe en el brazo.

El mencionado se sobó el brazo con una sonrisa en su rostro, su nombre se escuchaba bien viniendo del acento escoses de Gwendolyn.

—¿Escuchan eso?

Se quedaron los cuatro en silencio, escuchando lo que la castaña mencionó.

—Suena como... aleteos.

El grupo siguió el sonido del aleteo, provenía de otra habitación. La morena fue la valiente que abrió lentamente la puerta y asomó la cabeza. No había nada aterrador, para la suerte de ellos.

—¿Son pájaros? —preguntó Gwen.

Harry sin poder evitarlo la miró con cierta rareza. Era extraño escucharla hablar y aunque él sabía que era de Escocia se sentía raro que ella tuviera un acento tan fuerte de esa zona. Por supuesto que no le desagradaba escucharla, estaba feliz de hecho de que ella pudiera hablar más allá de no saber sus razones de porque no lo había hecho antes. Tenía una voz bonita, aniñada y un poco rasposa.

—No son pájaros —finalmente contestó. —Son llaves —dijo con el ceño fruncido. ¿Por qué había llaves volando?

Los ojos cafés de Salmander recorrieron a profundidad la habitación, buscando una pista. Además de las llaves voladores, había unas escobas, del otro lado de la habitación una puerta cerrada. Apostaba a que alguna de esas llaves abría la puerta.

—Harry, tienes que encontrar la llave —le dijo al darse cuenta de que se trataba todo eso.

—¿Por qué Harry? —le preguntó Weasley con el ceño fruncido.

—Porque él es un buscador, Ron —le respondió con obviedad la otra niña. —Seguro uno es diferente, Harry la puede ver.

—Una tiene el ala rota —respondió, mirando fijamente las llaves.

Los otros tres miraron, pero ellos no encontraban diferencia. Todas volaban tan rápidos como colibrís, a penas y las podían distinguir unas de otras.

—Ajá —confirmó Gwen, mintiendo piadosamente. —Tú puedes atraparla, Harry.

—¡Sí!

No necesitaron mucho más para que Harry se subiera a la escoba y comenzara a volar. Las llaves parecieron moverse incluso más erráticas, la verdad es que Gwen no se imaginaba a sí misma haciendo eso, pero el pelinegro se movió por lo alto con conocimiento y confianza. Entre tanto Hermione, Gwendolyn y Ronald se pusieron cerca de la puerta, en caso de que tuvieran que actuar rápido.

—¡Atrápenla!

Ron fue el que más rápido actuó y logró atrapar la llave. Puso la llave en el cerrojo con dificultad, no dejaba de querer escaparse, y la giró, abriendo la puerta. Lo bueno es que lo lograron a la primera, aunque en realidad nunca pensaron que el chico pudiera fallar. Harry bajó de la escoba y entró con ellos. Las llaves revolotearon decepcionadas, era la segunda vez que alguien las atrapaba.

Gwen sufrió un escalofrió al mirar la habitación, era más oscura y tenebrosa que las dos anteriores. Había figuras que daban miedo que no estaba segura si eran las figuras o sombras de ellas, además de que no poseían rostro. No tardó mucho en notar que era un ajedrez enorme.

—Es bastante obvio lo que tenemos que hacer, ¿verdad? —Hermione habló suavemente.

—Hay que jugar —dijo Ron con decisión.

—¿Cómo? —preguntó Harry.

—Supongo que tenemos que ser las piezas faltantes —respondió, viendo que hacía falta una torre, un alfil, el caballero del caballo y el rey. —No se ofendan, pero ninguno de ustedes juega muy bien al ajedrez...

—No nos ofendemos —le dijo rápidamente Gwendolyn. Hermione y Harry se mostraron de acuerdo. —Solo dinos que hacer.

—Bueno... —murmuró y sus ojos azules miraron determinadamente el tablero. —Harry, ponte en el lugar del alfil, Hermione será la torre de al lado y Gwendolyn será el rey.

—¿Serás el caballo?

Ron asintió y todos se pusieron en posición. Los tres miraron expectantes al pelirrojo.

—Las blancas siempre juegan primero en el ajedrez —mencionó y justo en ese momento un peón blanco se movió dos casillas enfrente.

—Ron... —llamó Hermione antes de que él hiciera el primer movimiento de las piezas negras. —No creerás que esto sea igual que el ajedrez mágico, ¿verdad?

—Umm... —murmuró, sin saber la respuesta. —¡D siete a D cinco!

El peón negro frente a Gwendolyn se movió según las ordenes de Ron. El peón blanco que antes se había movido sacó las espadas que tenía ocultas y rebano en dos al peón negro, haciendo que los niños salten de sorpresa.

—Al parecer es igual —comentó Harry con sus ojos verdes muy abiertos.

Cada vez que uno de sus hombres perdía, las piezas blancas no mostraban
compasión. Muy pronto, hubo un grupo de piezas negras desplomadas a lo largo del tablero. Dos veces, Ron se dio cuenta justo a tiempo para salvar a Harry y Hermione del peligro. Él mismo jugó por todo el tablero, atrapando casi tantas piezas blancas como las negras que habían perdido. Mantuvo a Gwen justo en su lugar, no se podía arriesgar a mover el rey de su lugar seguro y protegido.

Harry estaba casi al lado de la reina blanca luego de que esta destruyera la otra torre. Ron estaba en silencio mirando el tablero, sabía que lo que se aproximaba para él.

—¡Ron, no puedes hacerlo! —le dijo Harry al darse cuenta.

—¿Qué ocurre? —preguntó Hermione sin entender.

—¡Él se sacrificará!

Gwen se giró al chico con una mueca de pánico.

—¡No puedes hacerlo, Ron! —gritó con un poco de dificultad. Apenas podía hablar, gritar ya era sobre exigirse, pero no podía no hacerlo en ese caso.

—¡Esto es ajedrez! —respondió Weasley enfadado. —Lo importante es que tú estes a salvo —dijo, mirando a Gwen. —Solo así evitaremos que ellos nos ganen y esta puede ser nuestra única oportunidad de hacer jaque mate y ganarles a las piezas blancas.

Sabía que tenía razón, no era una experta en ajedrez, pero sabía que no podían dejar pasar esa oportunidad, menos cuando era de vida o muerte. Terminó por asentir, aunque fue más para ella misma que para él, Ron ya había tomado su decisión.

Se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con fuerza en la
cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. Hermione gritó, pero se quedó en su casillero. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Parecía desmayado. Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a los pies de Harry. Habían ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta. Con una última mirada de desesperación hacia Ron, Hermione, Gwen y Harry corrieron hacia la salida y subieron por el siguiente pasadizo.

Repentinamente Gwen se detuvo y miró hacia atrás.

—Él estará bien —dijo Harry al verla, tratando de convencerse a sí mismo al mismo tiempo. —¿Qué crees que nos queda?

—Tuvimos a Sprout en el Lazo del Diablo, Flitwick debe de haber hechizado las
llaves, y McGonagall transformó a las piezas de ajedrez. Eso nos deja el hechizo de Quirrell y el de Snape...

Abrieron la puerta y un tufo desagradable los invadió, haciendo que se taparan la nariz con la túnica. Con ojos que lagrimeaban debido al olor, vieron, aplastado en el suelo frente a ellos, un trol más grande que el que habían derribado, inconsciente y con un bulto sangrante en la cabeza.

—Me alegro de que no tengamos que pelear con éste —susurró Harry, mientras pasaban con cuidado sobre una de las enormes piernas. —Vamos, no puedo respirar.

Abrió la próxima puerta, los tres casi sin atreverse a ver lo que seguía... Pero no
había nada terrorífico allí, sólo una mesa con siete botellas de diferente tamaño puestas en fila.

—Snape —dijo Gwen, con cierta esperanza. —¿Cuál será su truco?

Pasaron el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de ellos. No era un fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se encendieron delante.

Estaban atrapados.

—Ese debe ser el truco —le dijo Harry con tono amargo.

—¡Miren! —exclamó Granger, tomando un rollo de pergamino que había junto a las botellas.

 

 

 

El peligro yace ante ti,
mientras la seguridad está detrás,
dos queremos ayudarte,
cualquiera que encuentres,
una entre nosotras siete te dejará adelantarte, otra llevará al que lo beba para atrás,
dos contienen sólo vino de ortiga,
tres son mortales,
esperando escondidos en la fila.
Elige, a menos que quieras quedarte para siempre, para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:
Primera, por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre encontrarás alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte hacia delante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano ni el gigante guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una vez que las pruebes, aunque a primera vista sean diferentes.”

 

 

 

—Es un acertijo —mencionó la morena. Se acercó a la mesa y tomó la botella más pequeña. —Esta nos lleva por el fuego negro, hacía la Piedra.

—¿Segura? —preguntó Harry, no es que desconfiaba, pero eso había sido rápido.

—Tiene razón —le dijo Hermione luego de releer. Tomó la botella grande del otro extremo de la fila. —Con esta volvemos por las llamas purpuras.

—Tomó esa, Hermione —le dijo Gwen rápidamente. —Vuelve y busca a Ron. Vayan a la habitación de las llaves voladoras y con las escobas pueden subir a la trampilla y escapar de Fluffy.

—¿Debería advertir a Dumbledore? —preguntó la niña con preocupación.

—Estoy segura que Neville ya lo hizo.

—¿Qué es lo que ustedes harán? —volvió a preguntar, mirando a ambos.

—No te preocupes por nosotros, ve con Ron y llévalo a la enfermería —le dijo Harry en un tono muy calmado.

Hermione asintió, aunque todavía se veía insegura, tomó la poción y con un saltó de valentía cruzó el fuego purpura. Tanto Potter como Salmander dieron un suspiró de tranquilidad y alivio.

—¿La dejaste ir por Ron o porque no querías que se preocupara por quien cruzaba por el fuego negro?

—Un poco de ambas —admitió la castaña en voz baja.

Se miraron mutuamente por un largo momento, Gwen aun sostenía en su mano la poción que haría a uno de los dos cruzar al otro lado.

—Tienes que cruzar —finalmente le dijo el pelinegro.

—Harry... —negó con la cabeza. —No puedo dejarte aquí.

—Tu misma lo dijiste, Dumbledore seguro está en camino.

—Entonces yo me quedo y tú cruza.

—Tienes que ir tú —le dice Harry muy seguro. —Tu conoces mucho mejor a Hawthorn para enfrentarla.

—¿Hawthorn? —repitió confundida. —Tu estabas seguro que era Snape.

—Estaba —recalcó. —Lo estuve pensado... Eres muy lista, y su tú crees que es ella entonces lo es. Me di cuenta que tal vez Snape era justamente lo que decías, trataba de proteger la Piedra, no robarla.

—Entonces, ¿no querías admitir que tenía razón? —le preguntó con una pizca de diversión.

—Yo no dije eso —respondió rápidamente. —Yo no quería admitir que me equivoque, lo que es muy diferente.

Gwendolyn se rió con tranquilidad, cosa que se sintió aliviador en ese momento de tensión. Sin pensarlo dos veces y siguiendo sus impulsos, se acercó y abrazo con fuerza a Harry.

—Ten mucho cuidado.

Harry rio un poco. También abrazándola, su nariz pico un poco por el cabello rizado de la niña, pero olía dulce como miel.

—Yo debería decirte eso, yo me voy a quedar aquí muy tranquilo esperando.

Gwen suspiró y se separó lentamente, mirando los hermosos ojos verdes del niño. Harry se inclinó y le dio un cariñoso beso en la frente. Ella se puso rojo y evito apartarse o que él lo notara, cosa que no era muy difícil porque la llamas purpuras teñían la habitación de ese color.

—Asegúrate que Ron está bien —le dijo a modo de ultimo pedido. —Igual que Hermione y tú.

—No hagas nada muy impulsivo —le pidió también.

La morena sonrió con burla mientras le sacaba el corcho a la pequeña botella.

—Sabes bien que lo hare igual —le respondió antes de tomar de golpe toda la pócima.

Tenía un sabor amargo muy feo, pero Gwen no podía perder el tiempo queriendo que el sabor dejara su paladar, quien sabe de cuanta es la duración de esa poción. Se acercó a las llamas negras, estando frente a frente, miró a Harry una última vez, mirando que en verdad estaba a salvo y terminó por cruzar entre las llamas.

El calor nunca llegó, pero hubo oscuridad.

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